sábado, 23 de diciembre de 2023

Echo de menos la Navidad de la infancia













Extraño la Navidad de mi niñez... Uno de los momentos más tristes de nuestras vidas llega cuando se cierra para siempre la puerta de la casa de los abuelos, y es que, al cerrarse esa puerta, la familia se rompe y nunca queda igual. 

Echo de menos las migas de mi abuela Remedios, su caldo de puchero, las gachas que me hacía o las galletas fritas que elaboraba con sus manos. 

Echo de menos a mi abuelo Cano, con sus rarezas como Gitano rancio pero de unos valores y franqueza envidiables, con sus besos y abrazos y sus camisas de cuadros... Recuerdo sus manos cortando pan o jamón para todos... Mientras olía a la comida que cocinaba mi abuela. 

Echo de menos a mi abuela vieja y abuelo viejo, mis bisabuelos maternos, su cariño, sus oraciones, su amor, su hospitalidad gitana. La sonrisa de mi bisabuela Rosario curaba el alma... La honradez de mi bisabuelo José era ejemplarizante... 

Echo de menos  a mis abuelos paternos, Diego y Concha, a quienes he querido y admirado y de quien he heredado(de mi abuela) la pasión por escribir, echo de menos a mi tía Pepa, quien padeciendo sordera desde su nacimiento, era capaz de bailar en navidades sintiendo las vibraciones del compás de las palmas...y quien me decía que yo era muy guapa y que era muy gitana, que de espalda, mi melena era muy bonita y gitana. 

Echo de menos las navidades de la niñez, cuando teníamos menos, pero lo teníamos todo. 

Echo de menos a mi tío Diego, en gloria esté también, quien siempre era cómplice de todas mis aventuras... 

También echo de menos a la abuela María, la abuela de mi marido, quien se había criado en Triana rodeada de gitanos y quien horas antes de irse con el Señor, me acerqué a darle un beso y me dijo:"qué bien hueles hija, hueles a romero"... A mi me emocionó, eso quienes entendemos, sabemos lo que significa, oler a romero es decir muchas cosas... Todo ha cambiado desde que María no está... 

Echo de menos cuando solo había amor y respeto, cuando éramos capaces de estar incondicionalmente, los abuelos son el pegamento de las familias junto con los padres. 

Nada es como antes, porque hoy en día faltan muchos. 

Hace un rato, contestaba a una amiga de las redes sociales, me comentaba que odiaba las navidades porque no tenía nada que celebrar, no le quedaba a nadie a quien querer y que era consciente de que nadie la echaría de menos. Eso es muy triste y fuerte, me ha emocionado mucho y entristecido. No permitan que el odio, el rencor, la rivalidad, las herencias o la incompetencia humana o estupidez humana, rompa una familia entera indefinidamente. 

Familias, quieranse, perdónense, algún día se cerrará la casa de los abuelos, partirán y nada será igual, los abuelos y los padres son el pegamento de las familias. Y si conocéis a alguien que se sienta sólo y no tenga con quien pasar estas fechas tan difíciles cuando te faltan los pilares fundamentales de la vida, sean solidarios y den cariño y alivien la soledad como buenamente podáis. 

Yo daría mi vida por volver a vivir una Navidad de niñez, con la candela en la puerta de la casa de la abuela, con la mesa llena de migas, pestiños, ensaladilla, puchero, gachas.... Galleta fritas.... Pero sobre todo, con el amor que nos teníamos cuando la familia vivía feliz y unida. Sin odio, rencores, faltas de respeto etc. 

La Navidad es una maldición si la familia está rota, si te falta a quien más quieres. 

Todo mi amor y consuelo para estas familias rotas y para los que no celebráis las navidades porque ya no le veis sentido.  Un abrazo grande de todo corazón y muchos besos al cielo para todos los que me faltáis aquí en la tierra. 

Con todo mi amor os deseo lo mejor en estos días tan difíciles y especiales para todos. 

Séfora Vargas. 


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