Cada 32 horas, una mujer es asesinada en Argentina. En 2014, 277 fueron
víctimas mortales de la violencia de género en el país; 15 de ellas, en la
provincia de Córdoba. Desde 2008, 145 fueron víctimas de femicidios en Córdoba,
según registros extraoficiales. En lo que va del año, ya hubo siete dramas en
la provincia. 2013 fue el peor año, con 27 de estos asesinatos.
Se cuentan de a cientos los niños y niñas que quedan huérfanos: mamá muerta
y papá preso.
El hogar es el sitio más usado a la hora de matar a una mujer. En Córdoba,
la mayoría de los casos sucede en el interior. El cuchillo es el arma más
elegida a la hora de matar a una mujer, tenga 15, 25, 40, 60 u 80 años.
Los hechos más graves de violencia de género suceden los fines de semana;
el sábado es el peor día. En 7 de cada 10 casos, existe o existió una relación
de pareja entre víctima y matador.
Cinco de cada 10 denunciados por violencia de género consumen alcohol o
drogas. Tres de cada 10 mujeres que denunciaron a sus agresores recibieron
represalias.
Cada tres días, un hombre es detenido en Córdoba por el botón antipánico.
El pico de los arrestos se da los sábados, viernes y domingos, en ese orden, en
general de noche.
La violencia de género no es exclusiva de una clase social, pero los
expertos señalan que en los estratos más humildes se denuncia más. En la clase
alta, se tapa.
Las cifras alarman, impactan, son un helado cachetazo. Nos causan estupor y
espanto pero, a la vez, la sensación nos dura unas horas. Anestesiados ante
tanto horror y tantos casos, no reaccionamos. O eso creíamos.
#NiUnaMenos. En pocos días, el 3 de junio, se realizará una marcha en
distintos puntos del país con la consigna “Ni una menos”. En Córdoba, se espera
que varias decenas de miles marchen por el Centro exigiendo el cese de los
femicidios.
Pero la protesta, que se vislumbra multitudinaria, va más allá: se reclama
que el Gobierno nacional dicte la emergencia nacional en violencia de género y
la puesta en funcionamiento de una ley sancionada hace cinco años y que quedó
en letra muerta y apunta, en términos generales, a hacer foco en la prevención:
conteniendo y ayudando a la víctima; dotando de mayor presupuesto a las
políticas de asistencia a mujeres y, principalmente, educando a los chicos en
violencia de género; todo un cambio de paradigma.
La marcha “Ni una menos” fue organizada por la misma sociedad luego del
brutal crimen de Chiara Páez (14), una adolescente embarazada que apareció
enterrada en la casa de su novio, en Santa Fe.
A los pocos días, Irma Rodríguez (55) fue muerta a machetazos por su
exesposo en Río Segundo. Hace horas, una joven apareció enterrada en Monte
Hermoso, Buenos Aires, lo que desató una pueblada incendiaria.
La violencia de género es una sangría sin freno, asimilada y clavada en
nosotros desde siempre, y no se extirpará de un día para el otro.
Sin embargo, quién puede dudar de lo positivo que es el hecho de que cientos
de miles se vuelquen a las calles en poco más de una semana para reclamar a
nuestros representantes que reaccionen en serio; no posando con un cartelito
para la foto.
Las soluciones no se verán el año próximo ni en el próximo quinquenio o
década. Hablamos de cambios a futuro, para nuestros hijos y los hijos de estos
y los hijos de aquellos.
Son cambios a largo
alcance que nunca veremos. Ahí radica el desafío de plantar una semilla para
que el “ni una menos” sea posible y palpable.
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