jueves, 11 de agosto de 2022

Mendigando amor

 Primeros de Diciembre del año 2000.

Transcurria un frío invierno en Sevilla. Ese día, estando en la iglesia un domingo sobre las 20,30 de la noche, mientras tocaba el teclado y cantaba, una niña de 3 años entró sola a la iglesia embelesada por las canciones. Su aspecto era sobrecogedor, descalza, en camiseta de mangas cortas, con un aspecto muy descuidado, una  falta de higiene tremenda , y lo que más me impactó tenía  un oído con una infección terrible, que le había supurado pus y sangre (chorreaba sobre su cuello la pus y la sangre seca ya) . Nada más terminé de cantar, me fui hacia ella. Le lave las manos, cara, cuello, le pregunté porque estaba sola, no me supo contestar. Me dijo que su madre estaba en su casa. No quiero entrar en detalles sobre esta señora, porque era una situación muy grave de exclusión social. En ese momento me cuestioné que era los más adecuado, si llamaba a la policía por ver a una menor abandonada en pleno diciembre o si no denuciaba los hechos por ser una madre soltera que estaba en una situación de máxima pobreza, no quería provocar más daños. Así que opté por ir a una farmacia cerca de la iglesia, le compré medicamentos para esa otitis, le empecé a aplicar la medicación, la abrigué con mi ropa, la tube en brazos una hora, mientras la abrazaba dándole calor y dándole todo el cariño posible . Después cuando terminó el culto la acompañé a su casa. Con sus medicinas, le dije que le dijera a su mamá que le cuidará el oído. La niña con 3 años sabía moverse por ese barrio sola, pero yo hasta que no la vi entrar a su casa, no me fui. 

A la semana siguiente, ocurrió lo mismo, pero esta vez estaba algo más cuidada y tenía algo de mejor aspecto. Aunque sin la ropa de abrigo adecuada. La pequeña entró buscándome, esperó a que terminará de cantar. Le di un abrazo enorme y me dijo que le dolía mucho el oído. La miré bien, y el oído estaba completamente curado, su madre le había cuidado y aplicado los medicamentos. Entonces me di cuenta de lo que pasaba, ella me estaba pidiendo el cariño y la atención que le había dado el domingo pasado, no sabía como decirme "abrázame" y necesitaba llamar mi atención para que la volviera a cuidar. Así que la abracé fuertemente, entre mi pecho y mi abrigo, y le di todos los besos que pude. Cuando terminó el culto, la llevé a la puerta de su casa. Me despedí con otro abrazo enorme, y esperé a que entratara. 

Nunca más supe de ella, ni volví a verla. No sé si su madre pudo seguir cuidandola o le retiraron la custodia servicios sociales. Hay tragedias que se escriben solas. Pienso en esa niña muchas veces... Dios quiera, que esté donde esté, tenga salud y sea feliz. No sé porqué razón me he vuelto a acordar de ella otra vez. Es importante estar atentos a las necesidades humanas, especialmente de los niños. 

Un abrazo. 



#seforavargas 

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