PRÓLOGO
Séfora Vargas Martín, que así es su nombre completo, nació en Sevilla
en 1980. Es la mayor de cuatro hermanos de una familia gitana de vendedores
ambulantes. Aprendió a leer y escribir con sólo cuatro años. A partir de
entonces ya ha sido un no parar, la cultura y la formación fueron abriendo su
mente hasta que, de repente, empezó a tener sueños distintos. Había
cuestiones que se escapaban de su lógica. Luchó, perdió batallas pero ganó
otras y, tras abandonar sus estudios universitarios sumida en una crisis, volvió a
retomarlos y logró licenciarse en Derecho al tiempo que trabajaba en un
mercadillo.
Su altruismo le hizo ser abogada para ayudar a su gente. Además
preside la organización Aproideg, una asociación sin ánimo de lucro para el
progreso y desarrollo del Pueblo Gitano. Caracterizarla como heroína gitana,
puede que sean palabras mayores, pero si nos atenemos a la definición de esa
palabra, como mujer reconocida por su obra, que lleva una acción valiente que
supone sacrificios y riesgos para ella misma, sí puede tener sentido en Séfora.
Desde luego, ella no es un caso aislado, es una más de las personas gitanas que
rompen esas barreras invisibles y abandonan la subalternidad que la sociedad
mayoritaria les tiene reservaba, como una herencia y una maldición; pero no
deja de ser un referente para las mujeres gitanas, que a costa de su tiempo y
dinero, ha combatido y combate el Antigitanismo, mostrando también al
mismo tiempo, lo positivo de la diferencia.
Puede incluso, que su decisión de no ocultar su identidad gitana –por
su aspecto, puede pasar por paya– le haya restado oportunidades. Ha sufrido
en sus carnes lo que cuesta sobrellevar el estigma de siglos. Séfora fue a la
universidad, y lo hizo con la etiqueta de gitana. Pudo pasar desapercibida, pero
no renegó de su origen, de sus ancestros y de cuántos no han podido tener esta
oportunidad. No quiso acogerse al Genus Secretum, el secreto de la identidad
étnica para poder salir adelante y adquirir una vida más fácil, con más opciones
en sus estudios y en su posterior profesión.
Durante la pandemia decidió aparcar su carrera para escribir una
novela didáctica: El precio de la libertad, lo que le costó a algunas mujeresgitanas ser libre, con la que pretende ayudar a mujeres que no pudieron ni
pueden aún cumplir sus sueños. Un propósito que ha impulsado su
dedicación a escribir, hacer públicos sus pensamientos e inquietudes para
combatir los prejuicios y estereotipos negativos que sufre el Pueblo Gitano y
denunciar la situación de exclusión que padece, pretendiendo hacer visible su
problemática. Una invisibilidad que como personas individuales y como grupo
trasciende a su historia. Sin embargo, no todo es como parece, detrás de esa
aparente ausencia, se esconden multitud de publicaciones de las más variadas
temáticas. Prácticamente todas, escritas por personas no gitanas, y que
responden en el mayor número de los casos, a una producción intelectual
afectada por estereotipos y prejuicios. Una imagen del gitano construida a lo
largo de seis siglos de convivencia en España, y que condena a la persona gitana
a demostrar día a día, que la fama que le antecede es una distorsión de la
realidad, acuñada por múltiples condicionantes históricos.
El antigitanismo, al ser estructural, se halla en cada rincón de la
estructura social. Han pasado siglos y aún se encuentran fuertemente
enraizados, sin una verdadera voluntad de arrancarlo. Quizá, esta falta de
determinación se deba a que la sociedad mayoritaria sea la que deba hacer tabla
rasa, volver a construir, pero eliminando los cimientos para fortalecer la
tolerancia y hacer crecer la sociedad desde la diferencia, sin obligar al “otro” a
renunciar su identidad. Queda bonito decir que la diversidad enriquece, pero
el que verdaderamente se enriquece es aquel que se aprovecha de los excluidos
para explotarlos a cambio de una miseria.
En esta multitud de papel impreso sobre la historia gitana, se añade
una nueva forma de contarla, y lo hace una persona gitana: una mujer. Toda
una señal de que algo está cambiando, pero es algo que no nos debe extrañar.
Séfora es un eslabón más de una larga serie de mujeres gitanas libres, fuertes,
inteligentes y valientes que lucharon por conservar y transmitir la herencia
cultural gitana. La condesa Luisa, María Cabrera, Magdalena de Malla, Rosa
Cortés, Remedios Heredia... y otras muchas más, que desde su anonimato, se
han erigido en referentes para unas generaciones venideras, que aún deberán
luchar por derribar las barreras que le imponen la otredad que les confiere en
diferentes soportando la permanente sospecha, compañeras inseparables del
hambre al que el Pueblo Gitano fue sentenciado, recluido en ciudades y
pueblos convertidos en grandes prisiones, de donde sólo podían salir con unalicencia de las autoridades, sin posibilidad de “buscarse la vida”, cuando el pan
faltaba y el hambre apretaba. Una auténtica condena de eterna subordinación,
sin el reconocimiento de su aportación a la creación de España como Estado y
el sacrificio de tantas vidas que sucumbieron en los campos de batalla de
Flandes, Francia, Italia y el Mediterráneo.
En Séfora anida la historia oral de su familia. Constituye una página
más de la saga familiar, un testimonio que se revitaliza y trasciende al papel. Sus
antepasados, generación a generación fueron construyendo un libro invisible,
como lo es la historia del Pueblo Gitano. Cada uno de sus ascendientes
también han sido hojas sueltas que desaparecen físicamente, no sin antes dejar
como herencia sus conocimientos, sus vivencias... Una tradición oral que ha
permitido, que la forma de vida gitana haya resistido a la aculturación y a la
opresión ejercida desde las más altas instancias del poder político y religioso.
Una resistencia que ha permitido construir un libro inmaterial, que de
generación a generación, se ha ido transmitido mentalmente, forjado
paralelamente a la historia oficial, la que se estudia en colegios, institutos y
universidades, sin que en los libros de texto aparezca la más mínima referencia
a la existencia del Pueblo Gitano en España.
Las centenares de disposiciones antigitanas sí son en cambio el rastro, la
huella del fracaso de una sociedad que marca, etiqueta, juzga, reprime y
condena al distinto, al que no se “integra”, al que se resiste a abandonar su
cultura milenaria; pero que en el fondo se trata de una legislación construida a
partir del miedo hacia el otro, a lo que no se conoce, pero al que se le
estigmatiza sin la voluntad de comprender... De esta forma no puede haber
justicia igualitaria. La lucha por conseguirla ya no basta, hay que pelear
también por otra justicia: la reparadora. Ambas chocan con un grueso muro de
estereotipos y prejuicios negativos, con un cemento amasado por el silencio, la
indiferencia, la desconfianza, el odio... El Pueblo Gitano necesita derribar este
muro de la exclusión, abandonar los guetos a los que se le ha arrinconado y
fortalecerse con cuantas herramientas existen para incorporarse a un mundo en
constante cambio, en el que los gitanos van quedando atrás, condenados a una
subalternidad sangrante, haciendo que la brecha cultural persista, relegando a
la mayor parte de las personas gitanas a subsistir, más que a vivir.
Séfora ha cogido esas herramientas que teóricamente todo ciudadano
tiene la posibilidad de usar, y ha podido alcanzar un nivel desde el que poder
reclamar con mayor fuerza: la dignidad, el reconocimiento y la igualdad.
Movida por el sentimiento de injusticia, ha construido un relato desde una
perspectiva de derecho e historia comparada, que resulta original a partir de
personajes y hechos reales, a fin de mostrar los procesos de adaptación y
estrategias de supervivencia que tuvo que realizar el Pueblo Gitano para
soslayar, tanto la agresión legislativa del Estado, como la estigmatización de sus
vecinos. Una trayectoria que ha terminado construyendo una visión
empobrecida, perversa y ligada a la delincuencia del Pueblo Gitano.
Por último, Séfora reconoce y constata lo poco que conocen los gitanos
españoles sobre sus propias tradiciones ancestrales, debido a la brutal
asimilación forzosa que han sufrido. Yo también reconozco que he aprendido
con la lectura de esta obra y su visión sobre el Pueblo Gitano. Un libro que a
todo ignorante de su historia y cultura le ha de sorprender, entristecer,
retorcerle las tripas e incluso enfurecer. Y lo hace, sin convertirlo en una obra
basada en el victimismo, sin buscar el consuelo respecto al trato vejatorio
recibido. Se trata no sólo de informar, de dar a conocer las penalidades sufridas,
también se hace para llegar a una reconciliación social mediante una reparación
histórica y acabar con la invisibilidad; de no dejar las cosas como están y sí
romper con el pasado a partir de su conocimiento y no repetición. Se trata
también, a pesar de la tristeza que puede llegar a provocar, de adquirir o
reforzar la autoestima del gitano; de que los jóvenes, sin rencor, asuman una
herencia de heroísmo y reconozcan la fuerza de un Pueblo, que a pesar del
empeño de uno de los imperios más poderosos que ha conocido el planeta, no
pudo borrar la presencia gitana de sus dominios.
Manuel Martínez Martínez
Historiador
Perteneciente al Grupo de Investigación
Surclío de la Universidad de Almería
Almería, 23 de noviembre de 2023
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